jueves, 24 de noviembre de 2011

Chicos bien; moral alta

A uno se le ponen los pelos de punta cuando oye cantar a un estadio entero “¡cómo no te voy a querer…!”, cuando su equipo está a punto de terminar un partido con derrota. La fe y el apoyo de la afición murcianista en Nueva Condomina es el exponente de una nueva era, en la que los aficionados parecen haber superado al fin la barrera de los resultados para mantener el aliento en su equipo. Los jugadores comparten ese optimismo y no han reducido ni un ápice su autoestima a pesar de sucumbir contra las perlas de Can Barça. Chicos bien; moral alta, decía el gran Laszy Kubala, en su etapa como entrenador del Real Murcia, cuando se le preguntaba por sus jugadores. Chicos bien; moral alta, apuntaba a los periodistas en una fría mañana de diciembre de 1987, cuando intentaba mentalizarles para no bajar a Segunda. Actitud. El fútbol es actitud sobre todo y el húngaro quería sembrar moral antes que fútbol en la vetusta Condomina.


Kubala y Campillo en el antiguo campo de Júver, donde está Ikea  (Foto LV)
Pues ahora los chicos están bien y tiene la moral alta. La excelente ejecutoria del Real Murcia en los últimos partidos, a pesar de esa derrota frente al filial del Barcelona, ha creado un debate inesperado sobre las opciones de ascenso. Que si hay equipo suficiente, que si juega más o menos, que si éste es como aquellos que subieron con David Vidal o Lucas Alcaraz... Voy a mojarme: Creo que hay plantilla suficiente, que no se parece en nada a aquellos equipos y que ahora tiene mejor entrenador. Para que un conjunto de Segunda opte al ascenso necesita tres requisitos: Una defensa firme, brillantez en la estrategia y algún jugador que marque las diferencias. En el primer aspecto el Murcia ha ido tejiendo poco a poco una defensa muy poco permeable, iniciada en el centro del campo. El segundo se explica por sí mismo en la cantidad de goles que ha marcado a balón parado. El tercero, tiene el nombre de Francisco Sutil. 

Comparemos. Si nos retrotraemos a 2002, nos encontramos también con un proyecto pensado para mantenerse que luego ascendió. Era un equipo y jugaba muy bien a pesar de los dislates de su entrenador. Entonces hubo un buen portero (Reinke), un líder (Tito), un ídolo (Acciari) y un referente (Ismael). No podemos olvidar el compromiso y buen hacer de Juanma, Maciel, Karanka, Richi y demás, pero aquellos eran los pilares. Hoy, Alberto, Emilio, Iturra y Sutil no los desmerecen. Pero la gran diferencia está en el banquillo. David Vidal contaminaba el vestuario con su histrionismo, discutía y polemizaba con jugadores y periodistas (veto incluido), se empeñaba en trasladar una imagen simpaticona mientras, de puertas para adentro, los jugadores sufrían sus excentricidades. Hasta el punto de que un día se reunieron y decidieron tomar ellos las riendas del juego para completar el ascenso. Lo lograron y como el club era consciente, despidieron al gallego de inmediato. ¿Nadie se ha preguntado por qué apenas ha vuelto a entrenar después? No es sólo por su carácter, sino porque es un mal entrenador. Aunque ahora se asoma con guiños al murcianismo, las últimas dos veces que se ha cruzado en su camino lo ha perjudicado. Primero, se mofó –sí, se mofo- cuando ganó con el Albacete en Nueva Condomina y encaminó el descenso del Murcia. Luego contribuyó a la fiesta en el Cartagonova el día que se consumó ese descenso. 

En cuanto al equipo que subió Alcaraz cuatro años después, no es comparable porque estaba formado por un enorme elenco de jugadores fichados a golpe de talonario que lo situaron entre los favoritos desde el principio. Aún así, los seguidores se abonaron al sufrimiento en cada partido por el cicaterismo de un entrenador extremadamente resultadista. 

Iñaki Alonso es la antítesis de Vidal y una versión actualizada del entrenador granadino. Tiene regusto por el fútbol, es ambicioso a la par que coherente y lidera el vestuario por convicción de argumentos. Ha construido un equipo con numerosos recursos que mira siempre hacia adelante y transmite optimismo en el vestuario. Con esa modesta convicción ha comprado un billete para soñar con la Primera. ¿Por qué no? 

El Real Murcia inicia en Sabadell una serie de partidos en los que tendrá que evidenciar si de verdad va en serio en sus opciones de ascender o, por el contrario, debe centrarse en la permanencia como único objetivo. El fundamental después de volver con muchos esfuerzos desde las cavernas. Puede resultar un reto menor un vez que se ha visto al equipo apuntando incluso a los puestos de ascenso directo, pero no hay que perder de vista el horizonte para evitar un castañazo. Las segundas vueltas de la Liga suelen ser muy duras y la trayectoria de muchos equipos es una montaña rusa. Son muchos los que llegan al invierno mirando para arriba y acaban hirviendo por no bajar. Por eso lo prioritario es fijarse la meta de los 50 puntos cuanto antes y, más tarde, ver si hay opciones de más. 

Jesús Samper se ha fijado un plazo máximo de tres años para volver a Primera. En este periodo tiene que pagar 3+4+5 millones de euros a sus acreedores para no incumplir los acuerdos de la Ley Concursal. Si no consigue el ascenso y el correspondiente aumento de ingresos, eso significa que en el tercer año la deuda se comería la mitad del presupuesto de la plantilla y entrañaría una disminución de la competitividad. Pero es que en los dos plazos siguientes tiene que pagar 14 millones y ya me dirán si le pilla en Segunda de dónde van a salir. Por lo tanto, el ascenso es obligado, aunque no perentorio. 


La estadística acompaña

lunes, 14 de noviembre de 2011

Sensei Nadal


'Samurai' Nadal

John Carlin es un periodista británico afincado en España que ha escrito una biografía autorizada de Rafa Nadal. Eso quiere decir que lo que cuenta en el libro es verdad y que algunas cosas se las calla porque no ha tenido más remedio. El libro se llama ‘Rafa, mi historia’ (Indicios, 2011) y en ella desvela el trasfondo de uno de los deportistas más grandes de la historia de España. Dice Carlin que Nadal es un símbolo universal que producen empatía en casi todas las culturas, patria de medio mundo y que por su personalidad le pega más ser japonés que español. Estoy de acuerdo. Su discreta humildad, su capacidad estajonovista de trabajo, su rigor mental y espiritual y su propensión a la extenuación y le asemejan más al samurái que al hombre mediterráneo. 
Rafa Nadal no nació para ser tenista porque iba más para jugador de fútbol, pero en un momento determinado sus famosos tíos le pusieron una raqueta en la mano y cambiaron su vida para siempre. No es un atleta fruto de la alta escuela como Roger Federer, cuya biología es prototípica de este deporte: alto, delgado, con esa frágil elegancia al golpear la pelota como si fuera lo más natural del mundo; por el contrario, tuvo que amaestrar su cuerpo y suplir con sacrificio sus contradicciones morfológicas. 

Federer y Rafa Nadal, dos caminos de perfección
Pero esa exigencia le crea innumerables problemas en forma de lesiones. Federer no se lesiona; Rafa, sí. Alguna vez de manera crónica, como la que le hizo retorcerse debajo de una mesa en el último Abierto de Estados Unidos. El dolor es su compañero de viaje, pero nunca le detiene. En ocasiones no puede aguantar y debe parar, sólo justo para recobrar el aliento, sin dar la espalda a la lucha. Esa extraordinaria capacidad de sufrimiento se convierte en belleza cuando arma su raqueta y devuelve cada golpe, estirando la mano y las piernas hasta el imposible, imprimiendo en la bola una fuerte carga gravitatoria. No tiene el mejor saque, ni el mejor resto, ni la mejor volea del circuito, pero posee la mente más fuerte. 
La otra cualidad que hace grande a Rafael Nadal es la humildad. A pesar de la enorme presión mediática que arrastra, el jugador español nunca ha perdido su conciencia social, aquella en la que su familia le inculcó que sólo desde la modestia se puede adquirir el verdadero respeto de los demás. Aliñada con la profesionalidad y la discreción. Valores de los que nunca se ha apartado en su vida privada o pública y que hallan acomodo en una familia granítica a pesar de las desavenencias conyugales de sus padres. Valores que, sin embargo, es capaz de mutar cuando se enfrenta a la alta competición. Rafa entra en el vestuario como un chico apocado y cortés que sufre una conversión cuando se prepara para entrar en juego. 

Motivación absoluta
El momento en el que se produce la transformación es 45 minutos antes de cada partido. Nadal, dice Carlin, se toma una larga ducha fría en la que endurece sus músculos y su mente. ¡Cuidado! No se trata de un personaje secundario en una novela de Dan Brown que busque la flagelación como estímulo, sino de una persona acostumbrada al dolor que endurece su cuerpo y ánimo para superar lo inevitable, ese esfuerzo antinatural y prolongado al que lo somete. 

Dicen los que médicos especialistas que el Deporte de élite es insano. Sólo la juventud parapetada en la coartada de los veinte años, puede que algunos de la treintena, es capaz de asimilar el estrés al que se someten músculos y tendones, cartílagos y órganos, de una manera tan reiterativa. Muchos pagan sus secuelas muy caras. Pero no puede haber superación sin esfuerzo y sólo cuando se pone el cuerpo al máximo se conocen los verdaderos límites. Lo vemos en Nadal como paradigma, aunque también en otros deportes tan duros como el ciclismo o en al atletismo de fondo. En la televisión no se percibe el dolor, si acaso el sufrimiento cuando vemos a un corredor al máximo de sus pulsaciones con los gestos desencajados por el esfuerzo. 

El último estadio de ese espartano comportamiento es su profundo estado de concentración. Quizá sea el gran rasgo distintivo del manacorí. Tomás Carbonell daba en el clavo esta semana cuando comentaba en Teledeporte el partido de Nico Almagro contra Seppi, en el Master de París, al explicar que entre los diez o quince mejores del mundo (entre los que está con mucho mérito el tenista murciano) la verdaderas distancias no están en su tenis sino en su capacidad mental. Para ser grande hay que serlo en la propia fe y percibía que Almagro se había desinflado un tanto cuando entró en el Top Ten. Justiciaba así que no haya podido escalar al octavo puesto ATP y jugar el Master de Londres. Por ello, en estos tiempos de laxitud social y escasez de valores Rafa Nadal resulta un ejemplo perfecto para las nuevas generaciones. Sensei Nadal.

Sensei Nadal

lunes, 7 de noviembre de 2011

Las llamas de Riazor

Un momento del incendio en Riazor, en 1991
Cada vez que el Deportivo aparece en el horizonte del Murcia me viene a la memoria el fatídico episodio de Riazor. Mira que han pasado años, pero aquella espina se clavó tan adentro que no veo la manera de sacarla. Será por cómo nos trataron, será por las artimañanas de Lendoiro antes y durante el partido, o por las irregularidades que lo rodearon, las llamas vivas del estadio de Riazor con aquella gente huyendo despavorida… pero a los murcianos que estuvimos en La Coruña en aquella tarde de primavera la derrota se nos quedó grabada para toda la vida. Pesa el hecho de no haber tenido ocasión de revancha y que mientras un equipo despegaba y brillaba con el glamur de los Bebeto y Mauro Silva, se convertía en el ‘Superdepor’ el de aquí se encaminaba hacia los sustratos del balompié nacional y hacia la ruina. Fue mucho más que un partido, fue un índice de contenidos que iba a reescribir la historia de dos clubes emblemáticos. Porque aquella soleada tarde ambos intercambiaron sus caminos como peatones equivocados en un andén de tránsito y con nuevas identidades. Trayectorias en la que se advertía a un Murcia que viajaba en los Ochenta en los vagones de Primera, con alguna estación de Segunda y la de un Deportivo reducido a eterno aspirante. Sin embargo, a partir de aquel punto de inflexión los de Arsenio se lanzaron a toda máquina hacia la conquista de títulos y agasajos que los murcianos sólo podían ver por la tele, tan alejados del fútbol profesional. Durante una década eterna perdimos la oportunidad de saborear toda una generación de grandes jugadores. De modo que más allá del ascenso que se fue al limbo, que nos arrebataron, recuerdo aquel partido como el inicio del despeñamiento de la entidad hacia un abismo fatal.

Si no conocen la historia, les recomiendo que lean el relato que escribí sobre aquel episodio en el libro ‘Real Murcia, comencemos por el final’, editado por la compañera Eva Franco. Se llama ‘La noche de las hormigoneras (la historia jamás contada)’ y en él transcribo todos los detalles de lo que ocurrió. En resumen: El Murcia llegó líder a la última jornada y necesitaba el empate para ascender; la noche antes del encuentro los jugadores apenas pudieron dormir porque varias hormigoneras no cesaron de hacer ruido en los aledaños del hotel; el partido comenzó más de media hora tarde por un incendio en la grada de Riazor; El otro rival, el Albacete, chanchulleaba con el Salamanca mientras tanto; El Murcia encajó dos goles en la segunda parte, perdió y se quedó sin ascenso directo. Luego también falló en la promoción contra el Zaragoza. 

El conjunto murciano se enfrenta, pues, este lunes a uno de los clubes que conforman su historia negra. Un equipo que siempre ha pasado con más lamento que alegría por su lado y al que el destino guarda en algún rincón una venganza fría e intensa por los daños que le ha infringido. Después de aquel drama apenas se han visto, no en la misma tesitura, así que el equipo grana no ha tenido la oportunidad de ajustar cuentas. No será tampoco en este partido, ni en el de vuelta, porque están alejados del final del campeonato y por muy vinculantes que sean, no decidirán un ascenso. 

Hace justo dos años que el Deportivo de La Coruña visitó por última vez Nueva Condomina. Fue en la Copa del Rey, con el Murcia en Segunda y ganaron por cero a uno con un gol de estrategia de Lopo. Alberto Cifuentes lo recuerda muy bien porque era el portero. Luego Albiol estrelló un balón en el larguero. En la vuelta no hubo goles, aunque los gallegos fallaron un penalti y Natalio también el golpeó el poste. José Miguel Campos fue despedido poco después y sustituido por el funesto José González, que condujo al equipo derecho al descenso. Sólo tres veces más se han enfrentado en los últimos 20 años, en las campañas 2003-2004 y 2007-2008, en Primera División y en un mítico duelo de Copa en 2002. En aquel entonces el Murcia ganó por 4-3, pero el Depor hizo valer un solitario tanto de Aldo Duscher en la ida. Tristán marcó dos goles, pero luego Karanka, Juanma y Tito (de penalti), remontarían. Después Manuel Pablo heló la sangre de los aficionados con un gol desde 40 metros que pudo ser el de su vida y, aunque Albiol hizo el 4-3 ya no hubo tiempo de remontar. Fue uno de los partidos más emotivos de los que se recuerdan en la vieja Condomina y al final de la campaña el equipo volvería Primera después de 15 años. Todavía hay un superviviente de aquel partido en la plantilla: Miguel Albiol. 

Aunque sea lunes (un día de fútbol de toda la vida), aunque Rajoy y Zapatero debatan en televisión a la misma hora, hay que acudir a Nueva Condomina porque el duelo está lleno de alicientes y debe servir para mantener vivo el recuerdo de aquella afrenta. Quizá el Murcia pueda saborear algún aperitivo de esa mariscada gallega que tanto tiempo anhela, apagar por fin las llamas de aquella hoguera de Riazor en la que crepitó el futuro del murcianismo. A lo mejor podríamos reunir unas cuantas hormigoneras, ahora que muchas están libres, para hacerles una visita en su hotel o escoltarles hasta Churra. 

José Luis Oltra y César A. Lendoiro
No va a ser fácil superarles, porque son un gran equipo. Su técnico nos conoce bien. José Luis Oltra fue jugador del Yeclano en Segunda B y años después Quique Pina le encomendó el Ciudad de Murcia. Dejó aquí una estela de profesionalidad y buen gusto y ahora trata de retornar a Primera a una entidad con muchos problemas. Los granas, por su parte, tratan de calmar la euforia después de ganar el derbi y sacarse otra enorme espina. A ver si le toman el gusto y sigue la racha. Por algo la llaman la Liga Adelante. Digo yo.