Como todos los años por estas fechas comienza el baile de los ahorcados entre los equipos que no pueden pagar sus deudas. Algunos se escaparán con los manidos pagarés; otros buscarán ayudas institucionales hasta el último momento para huir por el ojo de una aguja; otros sucumbirán, descenderán o desaparecerán. La crisis ha incrementado los casos y puesto en evidencia el sistema. El caso no sólo afecta al fútbol y con la crisis se ha experimentado un incremento que ha puesto en evidencia el sistema de financiación de las entidades deportivas.
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Muchos clubes sobreviven gracias a las ayudas públicas. |
El Club Baloncesto Murcia estará la próxima temporada en la ACB, aunque ha tenido que ascender dos veces para conseguirlo. Menos mal. Por un momento me temí que Murcia volviera a hacer el más grande de los ridículos al ver cómo el baloncesto, como ya pasó con el fútbol en julio de 1992, fuera descendido en los despachos. A diferencia de aquel lejano verano había en esta ocasión, en ambos lados de la mesa, dos partes muy comprometidas para evitarlo. Por una, la familia Carabante, sin una mueca de abandono pese a las adversidades en un clima de diálogo resolutivo. Por otra, las Administraciones Públicas. Tanto Pedro Alberto Cruz como Miguel Cascales ha tendido todos los puentes precisos para que las Cajas de Ahorros facilitaran el dinero requerido. Tal y como está el panorama tiene mucho mérito porque estas entidades están muy reticentes. Sin embargo, por muy mal que estén no pueden obviar que su principal cometido es la de priorizar sus beneficios sociales, a diferencia de los bancos y contribuir a tener un equipo de élite de baloncesto es un beneficio social. Ahora bien, la responsabilidad se traslada a los dirigentes del club para que confeccionen una plantilla que compita de manera digna, un equipo que nos prive de los bochornos que vivimos en la última temporada. Hay que aprovechar el impulso de los aficionados para asentar al equipo, pero hacen falta mimbres.
Las penurias del CB Murcia no son una excepción. El baloncesto ACB es una ruina por donde quiera que mires. Excepto el Real Madrid o el Barcelona, que nutren sus presupuestos del fútbol, lo cierto es que lo demás subsisten de milagro. El modelo de competición está obsoleto y las audiencias de televisión son muy bajas. No porque la retransmisión de Teledeporte sea mala, porque por el mismo canal se retransmiten el tenis, el ciclismo o el fútbol y registran grandes audiencias, sino porque el espectáculo que se propone es insuficiente. Todos navegan por encima de sus posibilidades y si no fuera por las ayudas públicas serían inviables.
El Ciudad de Lorquí (?) se fue a Almería |
¿Qué sería del deporte español sin esas ayudas? Hay muchos clubes que se apoyan en ellas como principal respaldo de sus presupuestos y luego, cuando vienen las vacas flacas, no les llega la camisa al cuerpo. Estas ayudas son necesarias porque benefician a la comunidad al igual que los gobiernos locales y nacionales apoyan a las empresas (incluso a las que tienen grandes beneficios), porque eso va a permitir un rendimiento múltiple, pero lo que no se puede permitir es un presupuesto sustentado sólo en la teta pública, estriada y reseca en tiempos de crisis. Si la única manera de poder participar es con el compromiso previo de una subvención, a lo mejor deberíamos plantearnos alguna alternativa más justa para todos
En el mundo del fútbol es habitual ver a los clubes descender y desaparecer por las deudas. Luego compran por cuatro euros una plaza en categoría regional y así vuelven a tener el camino despejado para cometer nuevas tropelías. Y lo malo es que lo hacen de manera impune. La Federación Española consiente el trapicheo de las plazas y permite así que muchos pueblos sigan teniendo su equipo de fútbol, que los jugadores tengan trabajo y que sigan ingresando dinero por las fichas. Pero ¿qué pasa con los que se quedaron sin cobrar? Pongamos por ejemplo el Jumilla, descendido y desaparecido de la manera más lamentable. Los futbolistas han dado una lección de profesionalidad al terminar la temporada a pesar de estar meses sin cobrar, pero al final se han refugiado en el Fogasa y algo han pillado. Otros no han tenido tanta suerte. Uno de los encargados de los transportes del equipo me dijo hace poco que le habían dejado una púa de quince mil euros y que, por desgracia ya los daba por perdidos. Con lo que ese dinero significa para una empresa en las actuales circunstancias ¿A quién va a acudir? Pues eso.
El hombre puso el grito en el cielo cuando en la Asamblea de socios, en la que se decidió la desaparición del club, se propuso comprar la plaza a otro equipo para salir de nuevo en Tercera División. Misma Divisa, cero deuda. Y a reclamar, al maestro armero. Y no voy a mencionar los beneplácitos de la Seguridad Social y Hacienda con los clubes, con aplazamientos y más aplazamientos antes de ejercer los embargos. Privilegios que se otorgan porque detrás de los escudos están los corazones de los que los sienten. Los dirigentes manirrotos deberían responder con su propio patrimonio de sus dislates y así se lo pensarían dos veces antes de emprender proyectos populistas y descabellados. Si no hay dinero no debe haber equipo, aunque duela, porque no es justo que unos pocos se lleven las alegrías y las penas –léase disparates económicos- las paguemos entre todos.
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