Además, el dictamen le retira su triunfo en el Tour de 2010 y, lo que es peor, invalida todas las carreras que ha ganado después. Algo que resulta injusto y absurdo porque el madrileño ha pasado controles más que exhaustivos desde entonces y no ha dado positivo en ninguno de ellos. Una de dos, o la justicia deportiva le suspende cautelarmente para que no corra mientras se resuelve su caso, o le permite seguir compitiendo con todas consecuencias. La lentitud en la instrucción del caso no es un problema del ciclista quien, a pesar de todo, se ha sobrepuesto a la presión para desarrollar su carrera con brillantez. Y extremadamente controlado. Le han levantado de la cama a las seis de la mañana, le han sacado de una celebración familiar, de una sala de cine, le ha clavado las agujas para sacarle sangren en los lugares, días y horarios más insospechados tratando de pillarle in fraganti. ¿Se imaginan que le hacen eso a Cristiano o a Messi? Los del TAS duraban dos días. Los de Adidas los funden como el plomo. Pues a pesar de todas esas incomodidades el campeón español se ha sometido y los controles han sido en vano. Entonces, ¿por qué privarle de esos triunfos, entre los que se encuentra nada menos que el Giro del año pasado? Todo esto sería de risa en la justicia ordinaria, territorio vetado para el deporte profesional, pero parece una praxis admisible en la paranoia ciclista. En el resto de los ámbitos sociales nadie se imagina que por estar en espera de juicio uno o dos años, su actividad profesional mientras tanto no tenga valor.
-Mire, es que mientras esperaba el juicio por exceso de velocidad he descubierto la vacuna contra el cáncer…
- Ya pero da igual. No se podrá aplicar porque usted está inhabilitado desde hace dos años. Vaya borrando los datos. Luego la vuelve a inventar, si le parece.
El perjuicio es grave no solo en lo deportivo, sino en lo económico, pues se verá obligado a devolver el 70 por ciento de sus ganancias. Se calcula que alrededor de tres millones de euros, más otro millón que le cuestan los abogados. Este asunto puede ser el que le obligue a plantarse en un Juzgado de lo Social y deje en evidencia a los deportivos. Su carrera, su prestigio, su futuro y su dinero, ganado con mucho sufrimiento sobre la bicicleta, está en juego.
En el capítulo de reacciones se pueden apreciar aspectos sintomáticos. Desde ex ciclistas como Pereiro (quien ganó un Tour por descalificación por dopaje de Landis) o el mismísimo Eddy Merckx, quienes se ha opuesto de manera abierta a la sanción; al silencio de los corderos ciclistas que no se atreven a levantar la voz por si la próxima vez les toca a ellos. Y luego está la Federación Española, la cual “acata, pero no comparte”, la sanción. Acabáramos. Solo faltaba que la compartieran. Lo peor es que, entre unos y otros, no se dan cuenta de que van a acabar con el ciclismo, un deporte hermoso para el que no se pueden cobrar entrada y se nutre de la confianza de los patrocinadores.
-Mire, es que mientras esperaba el juicio por exceso de velocidad he descubierto la vacuna contra el cáncer…
- Ya pero da igual. No se podrá aplicar porque usted está inhabilitado desde hace dos años. Vaya borrando los datos. Luego la vuelve a inventar, si le parece.
El perjuicio es grave no solo en lo deportivo, sino en lo económico, pues se verá obligado a devolver el 70 por ciento de sus ganancias. Se calcula que alrededor de tres millones de euros, más otro millón que le cuestan los abogados. Este asunto puede ser el que le obligue a plantarse en un Juzgado de lo Social y deje en evidencia a los deportivos. Su carrera, su prestigio, su futuro y su dinero, ganado con mucho sufrimiento sobre la bicicleta, está en juego.
España hace tiempo que debería haber adoptado una actitud más beligerante, defensiva, contra los ataques despiadados a nuestro deporte. Hay muchos envidiosos a los que les revienta ver cómo los españoles son los mejores en muchos deportes, incluidos los más importantes. A los franceses les repatea ver a Nadal levantar la Copa de Roland Garros cada año y algunos, como Noah, no se tapan para acusarnos directamente de dopaje. Cuando ellos ganan es porque han sido bendecidos por la Marsellesa y sus éxitos se corresponden con un chovinismo radical. Sin ir más lejos, el director del Tour, Christian Prudhomme, lucía una amplia sonrisa satisfactoria al valorar la sentencia del TAS. Este año Contador no ganará el Tour, claro.
Esta es una situación sobrevenida. Si cuando se iniciaron los procedimientos contra Alejandro Valverde las autoridades españolas hubiesen cerrado filas, es posible que ahora no se atrevieran. Pero el anterior secretario de estado, Lissavetzky, miró para otro lado. Dejó que el Comité Olímpico de Italia, la UCI y el TAS se ensañaran con el murciano en otra arbitrariedad deportiva. Es más, a Valverde le condenaron por haber hallado restos de EPO en una muestra ilegal de sangre, nunca dio positivo en ningún control, mientras que Alberto Contador sí que ha dado positivo por una sustancia prohibida. Aunque tampoco esté probado el dopaje. Esa inacción de la diplomacia española dejó campar a sus anchas a los detractores de nuestros deportistas de élite y les mostró la senda de la acusación. Ahora con Contador. Mañana, quién sabe.
Contador no ganará el Tour este año, pero no hay mal que por bien no venga. Disputará la vuelta y el Mundial, aunque se perderá los Juegos de Londres. Mira, pues a mí me gustaría que el Tour de este año lo ganara Alejandro Valverde y del año que viene, de nuevo Contador. Que rayen el himno español en los Campos Elíseos y que los de la UCI se indigesten con tanta bilis.
Esta es una situación sobrevenida. Si cuando se iniciaron los procedimientos contra Alejandro Valverde las autoridades españolas hubiesen cerrado filas, es posible que ahora no se atrevieran. Pero el anterior secretario de estado, Lissavetzky, miró para otro lado. Dejó que el Comité Olímpico de Italia, la UCI y el TAS se ensañaran con el murciano en otra arbitrariedad deportiva. Es más, a Valverde le condenaron por haber hallado restos de EPO en una muestra ilegal de sangre, nunca dio positivo en ningún control, mientras que Alberto Contador sí que ha dado positivo por una sustancia prohibida. Aunque tampoco esté probado el dopaje. Esa inacción de la diplomacia española dejó campar a sus anchas a los detractores de nuestros deportistas de élite y les mostró la senda de la acusación. Ahora con Contador. Mañana, quién sabe.
Contador no ganará el Tour este año, pero no hay mal que por bien no venga. Disputará la vuelta y el Mundial, aunque se perderá los Juegos de Londres. Mira, pues a mí me gustaría que el Tour de este año lo ganara Alejandro Valverde y del año que viene, de nuevo Contador. Que rayen el himno español en los Campos Elíseos y que los de la UCI se indigesten con tanta bilis.