
Mientras los murcianistas lloraban, en Cartagena se festejaba con algarabía a pesar de que habían perdido de manera ostentosa contra el Albacete. El Cartagonova vivió un éxtasis de casi diez minutos. Más tarde, las terrazas de la ciudad portuaria cobraron una alegría inusitada en contraste con el dolor de los granas. Aquello produjo una profunda fractura social entre ambas aficiones. Si bien nunca han estado hermanadas, siempre se percibió mucha más animadversión hacia el equipo de la Capital que al revés. Pero aquel gesto, con la connivencia de David Vidal, entonces en el banquillo manchego, cristalizó en una rivalidad enconada e irreconciliable entre los seguidores granas y cartageneros, al tiempo que acercaba simpatías con los del Alba. Kiko Ratón se convirtió en héroe cartagenerista. Da la casualidad de que este año la Liga termina con un partido entre Real Murcia y Girona, en Nueva Condomina, mientras que el Cartagena lo hará en Huelva. Queda medio campeonato y pueden cambiar mucho las cosas, pero ¿qué harán los murcianistas si una derrota del Girona salva al Cartagena?
El golpe terrible que sufrió el Murcia, lejos de descomponerlo, lo que hizo fue unirlo más ante la adversidad. El verano fue largo y tenso mientras se configuraba una nueva plantilla. Los aficionados dieron un paso adelante y las Peñas retiraron sus abonos antes de conocer siquiera los precios en un gesto de apoyo. El primer día de pretemporada se olía a funeral y los jugadores tuvieron que hacer un enorme esfuerzo para sincerarse, comprometerse y tratar de pensar más en el primer partido que en el de un ascenso que cerrara su herida. No podían dejar que les cegara la ansiedad. Pusieron la directa y no se detuvieron hasta levantar los brazos en el Ángel Carro de Lugo. Por el camino se quedó Miguel Albiol, vapuleado en Lepe al más puro estilo de la Segunda B y el drama del jugador valenciano parecía no tener fin.
Por eso la fiesta del ascenso fue doble para todos los supervivientes de Montilivi. Las lágrimas de Alberto eran de alegría por el ascenso y por haber despertado de una pesadilla. Todos nos emocionamos aquella tarde bajo el órballo’, en contraste con el año anterior, al pensar que el Real Murcia había regresado a la categoría que nunca debió abandonar. A no ser que sea para alcanzar la inmediatamente superior.
En Lugo se pagó la deuda deportiva pero Alberto, Pedro, Chando, Óscar Sánchez, Kike y Albiol pueden saldar la psicológica el próximo sábado. El partido no es tan vital como aquel y la presión está más de los propietarios del terreno. El cuadro grana llega con la ilusión de ganar para meterse en puestos de play-off, mientras que los gerundenses están hundidos en el descenso e incluso harán debutar a un nuevo entrenador, Josu Uribe. Necesitan salir mentalmente indemnes de Girona y ésa será su mejor recompensa si ganan.
Un triunfo sería superar para siempre una página dramática que ha servido para unir más si cabe al murcianismo, a sus seguidores y a los jugadores, extirpados los focos infecciosos de la plantilla y reemplazados por futbolistas comprometidos y competentes. Los peor parados fueron algunos componentes del cuerpo técnico que pagaron de manera injusta con toda la responsabilidad, pero cuyo amor al club no se ha resquebrajado ni un ápice. Por todos ellos, se deben una revancha. Muchos aficionados que allí estuvieron hace un año y medio planean acompañarles para superar sus propios fantasmas. Todos tienen derecho a soñar y derramar otra vez lágrimas bajo la lluvia.
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